top of page
Buscar

El cuerpo como templo del alma en movimiento

  • Foto del escritor: Jessy Martinez
    Jessy Martinez
  • 3 jul
  • 2 Min. de lectura

Hay algo sagrado que sucede cuando el cuerpo se mueve al ritmo de la respiración, cuando cada inhalación se convierte en una caricia interna y cada exhalación en una liberación suave del alma. El yoga no es solo una práctica; es una danza silenciosa con lo divino que habita en lo más profundo de nosotros.


Con cada asana, el cuerpo comienza a recordar que fue creado para habitarse con amor, no con prisa. Que no es un objeto que se exige ni se castiga, sino un templo que se honra con presencia. Y entonces ocurre el milagro: el cuerpo se ablanda, se despierta, se rinde… y comienza a experimentar paz.


Es una paz que no hace ruido, pero lo transforma todo. Se instala en los músculos que antes vivían tensos, en la espalda que cargaba más de lo que debía, en el rostro que había olvidado sonreír sin razón. El cuerpo, ese sabio silencioso, empieza a hablar en su lenguaje de ligereza, de expansión, de alivio.


Y la que practica —como yo, como tantas— comienza a enamorarse. No de una imagen ideal, sino del encuentro íntimo con su propia esencia. Se enamora de lo simple: de una postura sostenida con amor, del sonido del aire al entrar y salir, del momento exacto en que el corazón se siente en casa.


Cada respiración se vuelve un rezo. Cada movimiento, un gesto de devoción. Y en ese espacio sagrado entre el esfuerzo y la entrega, el alma encuentra lo que siempre buscó: la unión con lo eterno.


Yoga no es solo algo que se hace. Yoga es algo que nos hace. Nos hace más humanas, más sensibles, más cercanas a Dios, al prójimo y a nosotras mismas.


Síguenos en nuestra redes sociales: Facebook, Instagram, TikTok y YouTube


¡Nos vemos en clase en YogaShunia!

ree

 
 
 

Comentarios


bottom of page